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Él, un hombre carismático, se acercó a las jovencitas peruanas en una fiesta exclusiva. Con una sonrisa seductora, les susurró, «Imaginad el placer, la emoción de algo prohibido.» Sus ojos brillaban con tentación. «Una experiencia inolvidable, solo por una noche, y seréis recompensadas generosamente.» Las jóvenes, intrigadas, se miraron entre sí, sintiendo un cosquilleo de curiosidad y deseo. Él, con confianza, les prometió discreción y lujuria. «Dejadme mostraros un mundo de sensaciones,» insistió. Ellas, finalmente, aceptaron, dejando atrás sus inhibiciones, listas para sumergirse en una noche de pasión y placer, donde cada toque y susurro prometía más que solo dinero.















