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La jovencita flaquita, con una sonrisa traviesa, se paró en el centro del cuarto, rodeada de sus amigos. Lentamente, comenzó a desvestirse, sus movimientos gráciles y provocadores. Primero, su blusa, revelando su piel suave y sus pechos pequeños pero firmes. Luego, su falda, cayendo al suelo, dejando al descubierto sus piernas delgadas y su trasero respingón. Con un guiño coqueto, se dio la vuelta, mostrando su culito perfecto, invitando a sus amigos a admirar cada curva. Los susurros y miradas de deseo llenaron la habitación, mientras ella, con una confianza que desarmaba, se movía, saboreando cada segundo de su exhibición, disfrutando del poder de su atracción.















