Apenas y le entra la polla a la morrita de lo apretada que esta

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En la penumbra del cuarto, la morrita se retuerce, sus gemidos susurrados como una melodía prohibida. Cada centímetro de su cuerpo es un mapa de deseo, sus curvas invitando a la exploración. La polla, erecta y palpitante, se acerca a su entrada, un acto de osadía y tentación. Apenas y le entra, la carne caliente y húmeda cede con un gemido ahogado, una danza de placer y resistencia. Cada empuje es una conquista, una lucha entre el deseo y la contención. Las manos se aferran, los cuerpos se funden, y en ese momento, el mundo se reduce a la sensación pura y primitiva, un éxtasis que trasciende lo carnal.

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