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En la intimidad de su habitación, la novia culona se entregaba por completo a las caricias de su novio. Sus curvas generosas, resaltadas por la luz tenue, invitaban a la exploración. El novio, con manos ansiosas, recorría cada centímetro de su cuerpo, deteniéndose en sus caderas anchas y su trasero firme. La anticipación crecía con cada beso, cada susurro, hasta que finalmente, se unieron en un acto de pasión desbordante. La cama crujía bajo el peso de sus movimientos sincronizados, mientras gemidos de placer llenaban el aire. Cada empuje era una celebración de su deseo mutuo, llevándolos a un clímax que los dejaba sin aliento y completamente satisfechos.















